domingo, 12 de noviembre de 2017

Reino de Dios (3a Parte)

¿Dónde está el reino de Dios?
            Nos encontramos ahora con este interrogante sobre la ubicación del reino de Dios, para responderlo se debe recordar que en la historia de la humanidad un estado o reino para ser instituido requiere de pueblo, leyes (gobierno) y territorio, pero el reino de Dios carece de territorio, aunque posee súbditos, aquellos que atienden el llamado al arrepentimiento, gobierno, ya que Jesús mismo es el rey, entonces surge el interrogante dónde está establecido este reino.
Cabe notar que no existe ningún pasaje en las Escrituras que nos hable de una ubicación geográfica del reino, como sucede con los reinos terrenales. Este reino es diferente en su definición, en su inicio, en su culminación, pero de igual forma lo es en su ubicación espacial. Recordamos que en la sección anterior se habló de la expectativa por parte de los judíos de un reino terrenal, pero en definitiva el reino instaurado por Dios es de otra naturaleza, es espiritual y eterno. ¡Pero qué reino más peculiar fue aquel del Nazareno, quien no tenía donde reclinar la cabeza![1]
En los pasajes donde se encuentra la oración del Padre nuestro: Lucas 11:2 y Mateo 6:10, cuando el Señor le enseña a sus discípulos a orar, les dice “venga tu reino”, él está afirmando que el reino de Dios no está aún aquí, por eso hay que rogarle al padre para que lo traiga. Por el contexto de estos pasajes se puede determinar que el reino de los cielos se va estableciendo en el corazón de los nuevos creyentes, de los nuevos súbditos del reino, los que atienden el llamado de Jesús a nacer de nuevo, Hendriksen lo expone de la siguiente manera: “Esta es una oración. En la historia de las misiones se ha demostrado repetidas veces que la venida o entrada del reino de Dios en los corazones humanos requiere oración ferviente (Mt. 7:7; Mr. 9:29; Hch. 4:31; 13:3)”[2]
            Pero el reino de Dios tal como se instauró en la encarnación del Hijo de Dios, y se fue haciendo evidente con el desarrollo de su misión nos indica que el reino de Dios se establece dónde está Dios mismo, en últimas es el establecimiento de su gobierno. Es en la persona misma de Jesús que podemos ver establecido el reino, tal como lo indica Trenchard:
Jesús… añade: «Y si por el Espíritu de Dios yo echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el Reino de Dios» (Mt. 12:22–28). La manifestación de su poder sobre el reino satánico era evidencia clara del triunfo del Reino de Dios en su persona.[3]

            Esta idea se puede complementar con Lucas 17:20-21 “Habiéndole preguntado los fariseos cuándo vendría el reino de Dios, Jesús les respondió, y dijo: El reino de Dios no viene con señales visibles, ni dirán: “¡Mirad, aquí está!” o: “¡Allí está!” Porque he aquí, el reino de Dios entre vosotros está.” (LBLA), aquí los fariseos tienen un concepto errado del reino pensando que se establecería aquí en la tierra, según las expectativas que manejaban, pero Jesús les responde de manera que los sorprende manifestándoles que está aquí entre ellos, no menciona un lugar concreto, ni siquiera dice que está en ellos sino entre ellos, al respecto  Hendriksen manifiesta lo siguiente:
Jesús declara que el reino—o, aquí es preferible decir reinado, gobierno—de Dios es básicamente espiritual en su esencia. Es de adentro, o si uno prefiere, está dentro de una persona. Dondequiera que Dios es reconocido en verdad y honrado como Rey, allí uno encuentra su reino o reinado[4]

            Es necesario ante esta perspectiva buscar el reino de Dios como una condición necesaria de ser súbdito del mismo, así lo proclaman Mateo y Lucas. Ese buscar implica arrepentimiento y sometimiento a las leyes y el gobierno del reino de Dios para ser partícipes del mismo y recibir las bendiciones que de él emanan. Hacer esto es entender que el reino lo podemos encontrar en la medida que nos acerquemos a Cristo y creamos que él está con nosotros por medio del paracletos. Las personas que viven en reinos terrenales se preocupan por vivir bajo las normas de los mismos, buscando las cosas terrenas, pero los súbditos, los que han logrado entender dónde está el reino de los cielos se preocupan por buscarlo para disfrutar de sus maravillas, tal como Jesús se lo manifestó a Nicodemo, es necesario nacer de nuevo, en palabras de Packer, Tenney y White Jr  “Nicodemo,… Acudió a Él una noche, y le preguntó cómo podía entrar en el reino de Dios, que es el reino de la redención y de la salvación. Jesús le dijo a Nicodemo que tendría que “nacer de nuevo” (Juan 3:3); en otras palabras, tenía que llegar a ser una nueva persona”[5] es decir que Cristo estuviera en su corazón.
            Pero como el reino de Dios tiene una naturaleza futura, también el reino está en la eternidad, de donde llegará a establecerse plenamente cuando Cristo venga por segunda vez. Trenchard lo dice de la siguiente manera: “Evidentemente el propósito de Mateo era el de convencer a sus compatriotas de que el Mesías había venido, y que había establecido su Reino «en misterio», con la promesa de volver para hacerlo visible en la consumación del siglo”[6]
                Es un reino que no es visible tal como lo dice Lucas en 17:20 “El reino de Dios no viene con señales visibles” por lo tanto es incomprensible para el hombre alejado de Dios, solo los que han procedido al arrepentimiento lograrán entrar en este reino que se establecerá eternamente bajo el señorío de Cristo, tal como lo expresa Trenchard: “…hasta que se manifieste delante de los ojos deslumbrados de la raza, mayormente rebelde, que no sabe comprender el concepto de «reino» más que en términos de sus accidentes externos y superficiales.”[7]
            Finalmente como se mencionó anteriormente el reino de Dios está donde está Dios mismo.



[1] Ernesto Trenchard, Introducción a Los Cuatro Evangelios: Tratado general sobre los cuatro evangelios que analiza la vida, pasión y muerte de Jesucristo (Grand Rapids, MI: Editorial Portavoz, 1999), 251
[2] William Hendriksen. Comentarios al Nuevo testamento: El Evangelio según san Mateo. Trad. por Humberto Casanova. (Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 2007), 346
[3] Ernesto Trenchard, Introducción a Los Cuatro Evangelios, 130
[4] William Hendriksen. Comentarios al Nuevo testamento: El Evangelio según san Lucas. Trad. por Pedro Vega. (Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 2002), Versión PDF, 557
[5] James I. Packer, Merrill C. Tenney, and William White Jr, eds., El Mundo Del Nuevo Testamento (Miami, FL: Editorial Vida, 1985). Páginas 4-105 Exportado de Logos Bible Software, 12:30 PM July 02, 2016
[6] Ernesto Trenchard, Introducción a Los Cuatro Evangelios, 41
[7] Ernesto Trenchard, Introducción a Los Cuatro Evangelios, 251

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