¿Cuándo se inició el reino de Dios y cuándo llegará
a su culminación?
Responder este interrogante no
es fácil, por la tensión mencionada anteriormente del “ya pero todavía no”. Sin
embargo debemos responderla desde la misma concepción que el reino está
presente pero se consumará en el futuro.
Pero antes de poder responder
esta cuestión se requiere echar un vistazo a las profecías acerca del reino y a
las expectativas que se tenían del mismo en el Antiguo Testamento, para así
poder contextualizar el inicio del reino de Dios. En el primer libro de Samuel
8:4-5 los ancianos se acercan a Samuel y le piden que instituya un rey, para
ser como las demás naciones. En ese sentido el pueblo de Israel empieza a
generar la idea de un reino terrenal, con gobierno y parámetros humanos. En el
reinado de David se establece la construcción del templo, ante esto Cassese nos
dice: “El proyecto de un templo para Dios fue sin duda una maniobra de la
avidez del liderazgo de David, que buscaba centralizar en Jerusalén no sólo la
plataforma político-militar, sino también la religiosa.”[1]
A partir de la monarquía establecida desde el Saúl, pero fortalecida
fuertemente en la persona de David, es que el pueblo de Israel va seguir
pensando en términos de un reino terrenal.
Cuando los profetas anuncian la venida de un Mesías el cuál va
establecer un nuevo reinado, ellos van a seguir teniendo la misma idea, por eso
nos encontramos con la pregunta de los apóstoles en Hechos 1:6, sobre si ya es
tiempo de restaurar el reino a Israel.
Todo lo anterior sumado al
hecho que durante siglos los israelitas vieron surgir varios imperios
(Babilónico, medo persa, griego y romano) que los habían azotado de una u otra
manera, los llevaba a pensar en que las profecías apuntaban al establecimiento
de un reinado político militar fuerte que los librara de dicha opresión. Estos
imperios fueron anunciados por el Profeta Daniel (2:31:43), pero al final de
los mismos según la profecía se levantaría un reino por parte del Dios del
cielo que no será destruido jamás y permanecerá para siempre. (2:44)
Ante estos acontecimientos y
profecías mencionados en el Antiguo Testamento se puede afirmar que en la
persona de Cristo se cumplen no solo la profecía de Daniel sino la de los otros
profetas. El reino de Dios se inicia con la encarnación misma del Hijo de Dios.
Mateo por ejemplo lo presenta como Emanuel “Dios con nosotros”, haciendo
referencia al cumplimiento de la profecía de Isaías 7:14, es decir ya la
presencia del rey está en medio de la humanidad. Trenchard hace notar este
aspecto al decir: “Si el «Reino de Dios se ha acercado» ([Mateo] 4:17) es
porque el Rey ha venido.”[2]
Pero el reino se hace evidente ante los
demás a partir del inicio del ministerio de Jesús. El mensaje traído por el
mesías va chocar con ese concepto que se tenía de reino por parte de los
israelitas. El reino de Dios es perfecto, santo y completo, diferente a lo que
estaba establecido por los hombres.
Según palabras de Cassese “El
templo era sin duda ante los ojos de Jesús un verdadero signo de la forma
exacerbada en que la humanidad estaba fragmentada. En él operaban y se justificaban
toda clase de práctica deshumanizadora” [3] y es que el Templo era el centro del poder
establecido en el tiempo que vino Jesús. Por eso Cassese afirma que ante ese
signo de deshumanización que era el Templo aparece el reino de Dios como signo
diametralmente opuesto.[4]
Retomando aquí lo mencionado
en la primera parte que el reino de Dios es el “gobierno de Dios”, entonces el
Hijo como representante del Padre está dando inicio al reino, con un mensaje
diferente al esperado por los israelitas. En Marcos 1:15 el anuncio sobre el
arrepentimiento se podría tomar como la inauguración oficial de este reino, que
según Daniel no será destruido jamás, sino que permanecerá para siempre. En
Palabras de Aguirre y Rodríguez se puede
ver de la siguiente manera: “Ya se ha cumplido el tiempo de espera, ya ha
llegado el tiempo de salvación dispuesto por Dios ya comienza la irrupción del
Reino. Ante esta nueva situación histórico-salvífica, los hombres han de
responder con la conversión y la fe”[5]
Entonces el reino:
“Comienza en este mundo, convertido por la irrupción del Reino de
Dios en kairos… o tiempo de salvación, pero lo trasciende y se consuma en el
mundo de Dios. El AT fue el tiempo de la promesa Evangelio; con Jesús ha comenzado
el cumplimiento, pero ahora sólo es el comienzo…”[6]
Aunque se ha visto que el
reino está ya establecido por la presencia misma de Jesús, también se ha dicho
que existe una tensión que manifiesta que el reino aún no ha llegado. La
consumación final del reino debe entenderse en sentido escatológico. En los capítulos 24 y 25 de Mateo se encuentra
el gran discurso escatológico de Cristo. “El discurso termina con una
majestuosa escena del tribunal final de las naciones, en la cual se presenta a
Jesús como Rey y Juez del universo.”[7]
El discurso se da cuando se estaba acercando la muerte de Jesús, pero este
evento no iba a culminar con la misión a la cual vino el mesías, sino por el
contrario abriría el camino para su glorificación y triunfo final[8].
Es en la segunda venida de
nuestro Señor que se podrá ver el inicio del fin, de la consumación del reino,
el establecerse conforme al diseño de Dios. Tal como lo expresan
Aguirre y Rodríguez: “…en el futuro,
que se consumará con la parusía de Jesús, será el «banquete con el vino nuevo»
(14,25), la «salvación» (10,26), «vida eterna» (10,17.30), «herencia» (10,17),
en cuanto que, por una parte, es esencialmente don…”[9]
Es allí donde disfrutaremos plenamente del reinado, de la gloria de
Dios y del gobierno supremo y eterno de nuestro creador, ante esto retomamos lo
dicho por Hoff:
El regreso de Cristo será el más impresionante suceso en la historia
del mundo… Aparecerá Cristo en las nubes "con poder y gran gloria"… para
los santos será la hora de la liberación y el triunfo. Estos
"resplandecerán como el sol en el reino del Padre" (Mateo 13:24).[10]
[1] Giacomo Cassese.
”Jesús constructor de comunidad: de la ideología del templo a la praxis del
reino de Dios” Revista Apuntes 19, No. 3, (1999): 68-79
[2] Ernesto
Trenchard, Introducción a Los Cuatro Evangelios: Tratado general sobre los
cuatro evangelios que analiza la vida, pasión y muerte de Jesucristo (Grand
Rapids, MI: Editorial Portavoz, 1999), 43
[5] Rafael Aguirre
Monasterio y Antonio Rodríguez Carmona. Introducción al estudio de la
Biblia: Evangelios sinópticos y Hechos de los Apóstoles. (Navarra, España:
Editorial Verbo Divino, 1992), 68
[6] Rafael Aguirre
Monasterio y Antonio Rodríguez Carmona. Introducción al estudio de la
Biblia, 137
[7] Pablo Hoff, Se
Hizo Hombre: La Fascinante Historia del Dios Hombre como se relata en los
Evangelios Sinópticos (Miami, FL: Editorial Vida, 1990), 243
[9] Rafael Aguirre
Monasterio y Antonio Rodríguez Carmona. Introducción al estudio de la
Biblia, 137
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